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Notas a la poesía de Margarita Vázquez Díaz*

  • Foto del escritor: Rafael Calderón
    Rafael Calderón
  • 1 oct
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 19 oct

Margarita Vázquez Díaz, Premio Estatal de las Artes Eréndira 2025.

Es trascendental lanzar la pregunta ante el reconocimiento con el Premio Estatal de las Artes Eréndira 2025 a Margarita Vázquez Díaz (Ciudad de México, 1954) en el rubro de literatura, ¿cuál el lugar que ocupa y reconocer esa trayectoria ejemplar y no aislada de su trabajo en el rubro de la poesía? No transcribo la ficha de su biografía sino que hay que explorar por las páginas de su Obra poética y terminar por reconocer los títulos que la integran y su itinerario en una trayectoria que suma cuatro décadas. Había leído poemas correspondientes a tres títulos publicados, así como poemas dispersos dados a conocer a través de revistas y suplementos. Una travesía lírica de cuatro décadas a la que he seguido durante el último cuarto de siglo. Es posible reconocer una presencia granada y discreta. Toda su poesía es un goce que permite celebrarla. Desde que se publicara la antología personal De cara al caracol (jitanjáfora, 2010), hasta la fecha, había venido acumulando material inédito suficiente para más de media docena de poemarios y está consolidada ahora su visión poética con la reunión de todos sus poemas con ese mismo título De cara al caracol. Poesía reunida 1985-2024 (Centzontli / Cuarta República, 2024).

De su obra publicada, La imagen en el agua (2005) es sin duda el poemario con que alcanzó una presencia inmediata: el título que termina por ubicar su nombre de cuerpo entero en la tradición de la poesía de Michoacán. Pronto se convirtió en referencia para quienes se interesaban en conocer su obra, principal puerta de entrada para el encuentro con sus lectores. Le ha permitido estar presente en lecturas de poesía y ser incluida en antologías donde se le revisa como parte de su promoción generacional.

Otro volumen importante, imposible de encontrar hoy día, es Entrega para hombres de sal (edición de autor con un tiraje de muy pocos ejemplares). Uno de esos títulos que se quedan en la memoria, alimentando la curiosidad para ir al encuentro directo con la voz de la poeta, para indagar el movimiento profundo que la imagen allí plasmada está proponiendo. Entrega para hombres de sal: una singular voz lírica femenina madurándose al ir al encuentro del hombre, la ciudad, el cúmulo de recuerdos; el ser amado dibujándose cuerpo y tejiéndose suma de palabras a través de caricias que son escritura, a través de una escritura que es caricia. El erotismo como primera seña fundamental de identidad; la sensualidad amorosa como huella que sobrevive y permite sobrevivir al olvido; el poema ya desde ahí como ejercicio de una exploración siempre deslumbrante.

Además del erotismo, otra prenda recurrente en la poesía de Margarita Vázquez Díaz ha sido desde el principio la ciudad. Pero no la ciudad abstracta y metafórica, sino una ciudad propia, que se construye y desdobla sobre todo en dos: la Ciudad de México donde naciera y habitara durante sus primeras tres décadas de vida; la ciudad de Morelia, que durante cuarenta años ha elegido como suya.

Recuerdo a Margarita allá por el año 2002, leyendo poemas en la Casa de la Cultura de Morelia, junto a Dolores Castro. Distantes y distintas, y sin embargo cercanas. No fueron dos poetas compitiendo entre ellas por ver quién era mejor. No fue que Dolores Castro, nombre consolidado en la poesía mexicana, viniera con la idea de enseñar desde la pose o la fingida complicidad, esas de las cuales a veces hacen gala ciertos autores. Todo lo contrario. Recuerdo a Dolores Castro escuchando muy propia y con gran atención la lectura de poemas de Margarita. La poesía se oye y se consolida por esa capacidad de diálogo entre iguales; esa ella la que determina la valía de cada obra en proceso. La otra poeta anfitriona durante aquel encuentro fue Frida Lara Klahr. A partir de ahí evoco a Margarita y a Frida como amigas entrañables. Se conocían de tiempo atrás. El punto de partida para su diálogo y su amistad había sido la poesía, favorecido por el hecho de la coincidencia generacional, ya que tenían casi la misma edad.

Frida fue la primera lectora, apasionada, rigurosa, seria, de la poesía de Margarita. Antes, en el inicio de su camino creativo, había estado por supuesto el trabajo de carpintería, revisión y corrección, bajo la tutela de don Tomás Rico. Enseguida había aparecido también la guía de Gaspar Aguilera Díaz, con su don de influencia y de convocatoria. Acompañada por ellos redondeó Margarita su estilo y encontró una voz propia.

Ese diálogo intenso y sincero tendría otros importantes cómplices en José Mendoza Lara y Laura Solís, quienes desde ediciones Jitanjáfora publican primero, como libro inaugural de su obra, La dimensión de los cuerpos (1992), y luego encaran el ambicioso proyecto de sacar a la luz una amplia antología personal de materiales tanto ya publicados como inéditos, antecedente directo del volumen que el lector tiene hoy en sus manos. De cara al caracol (2010) organizó, consolidó, proyectó y volvió accesible para el estudioso y el curioso el conjunto de la producción poética de Margarita. Un acierto innegable.

La de Margarita es una poesía de diálogo. A través del verso libre casi por norma, con fugaces y breves escapadas hacia la prosa poética, la métrica regular y la rima, busca ir lejos, encuentra su cauce, entrecruza caminos y llega a buen puerto: su destino son los lectores. Un diálogo amplio, abarcador, dentro del cual destacan las afinidades con otras mujeres de su generación, como Frida Lara Klahr, Laura Solís, Martha Parada, Lucía Rivadeneyra, Lourdes Villanueva, La Negra Esquivel, Silvia Mercedes Hernández Mejía-Tort, etc. Su formación al amparo de Rico Cano y Aguilera Díaz, su complicidad con los miembros del grupo literario Uandáricha y el taller “La Cúpula”, sumados a su ya dilatada actividad como formadora, nos recuerdan que las generaciones van y vienen, generando referentes, enriqueciéndose, recordando, augurando, anunciando: nombrando. Es en ese encuentro y esa conversación donde toda tradición poética se encamina, reconociendo el tránsito recorrido y abriendo espacio para lo nuevo.

Siguiendo los puntos de encuentro de ese diálogo, resulta indispensable detenernos en tres antologías que incluyen poemas de Margarita, y que tienen ya ganado un lugar como parte de la tradición lírica de Michoacán. Una es Continuación del canto, publicada en 1990 por Gaspar Aguilera Díaz; otra, La generación del desencanto, publicada en 2009 por Francisco Javier Larios; revisiones necesarias donde pueden hallarse nombres que han sobrevivido al olvido, autores en su momento novísimos o no, cuya nómina ameritaría quizá una revisión rigurosa, para ubicar quiénes se perdieron, quiénes dieron el salto, quiénes permanecieron, quiénes en fin lograron consolidar una identidad poética perdurable. La antología restante merece mención especial; se trata de Los nombres y las letras, publicada en 2007 por José Antonio Alvarado y Leonarda Rivera, donde el nombre de Margarita Vázquez Díaz se suma a los de Homero Aridjis, Ramón Martínez Ocaranza, Lucía Rivadeneira, Carlos Eduardo Turón, Leticia Herrera y Jorge Bustamante García, en recopilación que refrenda y renueva el tránsito vital entre generaciones como vía para ampliar nuestra tradición.

Tal vez la primera panorámica global para organizar y sistematizar una aproximación crítica a la travesía poética de Margarita Vázquez Díaz, sea la registrada en el Diccionario de Autores Michoacanos, publicado por ediciones Jitanjáfora en 2011 con la intención de registrar en forma cronológica a los protagonistas de la tradición literaria de Michoacán desde el pasado hasta el presente. La entrada correspondiente a Margarita, además de una semblanza incluye una breve muestra poética.

Por lo que hace a la presente edición, hay que decir que su propósito central es poner a disposición del público lector el conjunto de la obra poética de Margarita Vázquez Díaz desde una perspectiva o más integral posible. Una invitación para reconocer en sus versos la fuerza, la seducción, el ejercicio de la pasión y las batallas que encierra cada título publicado. Dar seguimiento al devenir, las transiciones y la evolución de la poeta y de su obra. Identificar la manera alegre y apasionada con que, echando mano de lo coloquial, es capaz de desprender del día a día imágenes a la vez cotidianas y duraderas. Cada poema es una estancia indispensable en la construcción de su voz. Cada título, como si se tratara de los capítulos de una larga autobiografía, rinde testimonio del manantial que otorga fuente viva a sus metáforas: Eva despierta en una cama cuando está a punto de culminar el siglo XX, Asómate a mi ventana, Mantos de luz, La dimensión de los cuerpos, Carasol atrapasueños, La persistente lluvia. Rica unidad de giros, elegancia de imágenes, recurrencia de temas. Cauce propio de aguas a las que se deja correr para que templen por sí mismas el lenguaje que las expresará. Caricia que deja sentir la fuerza de los sueños, acumulando historias y vivencias. Senda de pasión coloquial, que al decir disfruta el encuentro con lo que dice y la manera en la que nombra. Como sucede por ejemplo en ¡Lotería, cuarto creciente!, revelación autobiográfica surgida directamente de una memoria individual de infancia que se convierte en intenso, apasionado, emotivo ejercicio de memoria colectiva mediante el que cualquiera puede reconocerse, confrontarse, recobrarse.

De cara al caracol, poesía reunida 1985 -2024 es pues la invitación para conocer esta obra de cuerpo entero. Un cuerpo con historia, pero historia viva que sigue renovándose infinito presente. El presente de una vida entera dedicada a la escritura de poemas.


*[1] Epílogo a De cara al caracol. Poesía reunida 1985-2014, de Margarita Vázquez Díaz. Obra poética compilada por Sergio J. Monreal y Rafael Calderón. Prólogo de Nektli Rojas y Presentación de Sergio J. Monreal (Centzontli / Cuarta República, Morelia, 2024).

 

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