"El aula es la tumba del Artista": Juan Torres
- Erick Alba
- 1 nov
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En una dura crítica a la educación de la pintura en Michoacán, el artista subraya el papel de los museos y del dinero en el decaimiento del arte plástico.

Las opiniones del artista plástico michoacano Juan Torres Calderón (Morelia, 1942) tal vez sean descarnadas y hasta hirientes, según quien las analice, pero no dejan de ser invitaciones a una reflexión urgente sobre el estado que guarda el arte visual de nuestros días y que es producto, en el concepto de Torres, de un encumbramiento inmerecido ofrecido por los museos al aceptar obras que no deberían ocupar esos espacios, y a la consolidación de un sistema académico que alienta al futuro artista hacia el arte conceptual que es poco elocuente, hasta orillarlo a ofrecer clases y que convierten “al aula en la tumba del artista”.
En entrevista con re-vista.com en la comunidad artesanal de Capula, Juan Torres advierte al reportero que “no vamos a hablar de Catrinas”, pues su obra escultórica ya masificada en el mercado michoacano le ha traído discusiones con algunos de los artesanos que explotan ese producto ahora endémico de esta entidad. Sin embargo, la entrevista tiene otros fines: ahondar en sus conceptos sobre la educación del arte plástico en la actualidad.
“El arte ahorita está en una decadencia, porque la historia del arte es como una ola que se levanta, que llega hasta el Renacimiento y luego empieza a descender y vuelve a subir otra vez, es un sube y baja y llega al colmo, que es el momento en el que nosotros estamos ahorita. El arte conceptual y el arte moderno desapareció totalmente el oficio de pintor, entonces, los museos están llenos ahorita de cosas, ya no son obras: ni son esculturas, ni son pinturas, ni son dibujos, ni son nada.
“(Los expositores) llevan cosas y en cuanto entran al museo se convierten en obras de arte, si las sacas del museo se convierten en basura, el museo les da el valor que no tienen, entonces, las universidades, las escuelas de arte se olvidaron, porque los maestros son ese tipo de artistas, son pintores fracasados la mayoría de ellos, con sus excepciones, desde luego, pero la mayoría son gente que no ha podido vivir del arte, pero como ahora el arte es tan fácil que cualquiera puede ser pintor porque basta con expresarse, y basta con aventar por ahí un bote de pintura encima de una tela o rasparlo o quebrarlo o destruirlo; entonces, ya no hay academia, es decir, la gente ya no necesita aprender un oficio y yo estoy muy preocupado por esa parte”.

Juan Torres dirige hoy su propia escuela de pintura en la comunidad de Capula, en una pequeña hacienda que en alguna ocasión fue propiedad del compositor musical michoacano Juan Gabriel y que fue donada para el fin que hoy desarrolla, y sobre lo que el pintor indica que “con la escuelita que yo tengo aquí, estoy más preocupado por enseñarles un oficio, ni ideológico ni de partido, de nada: lo único que quiero es que aprendan el oficio de la pintura. Para aprender a comunicarte necesitas aprender un idioma y en las artes es exactamente igual, si no tienes ese idioma no te puedes comunicar”, subrayó.
A eso agregó que “estoy muy preocupado porque las universidades, los maestros, inducen a los alumnos a hacer arte conceptual y arte, entre comillas, ‘contemporáneo’, incluso, ponen (en exposición) las telas sin tocarlas, o las pintan de un color liso, es como una persona muda que no puede decir nada porque no puede expresarse, porque no tienen oficio, y esas obras las reciben en los museos y les dan un valor que no tienen. Tú mismo puedes agarrar una tela y llevarla a una galería y decir que es un concepto muy personal y que te expresas a base de la negación, del vacío, te admiten y te ponen en una galería o te llevan a una gran feria internacional y te ponen como el gran pintor que tiene su propia manera de expresarse”.
-¿Cómo inculcar la importancia del conocimiento técnico en las nuevas generaciones?
-Es muy difícil porque tanto las galerías, los museos y las universidades nos tienen limitados a los que tenemos este criterio, yo mismo no puedo exponer en un museo porque mi obra no la consideran contemporánea, entonces, si voy a una universidad, desde luego no me van a dar trabajo de maestro porque yo no soy un maestro contemporáneo ni conceptual, y además me van a pedir un título, que me parece lo más ridículo en un artista: imagínate que me mandan a hacer un retrato o un cuadro y me dicen ‘a ver, maestro, ¿me puede enseñar su título?’ como lo pudieran hacer con un médico o con un abogado o con un ingeniero, que necesita comprobar su profesionalismo, pero los pintores no tenemos eso. La escuela más importante de las artes plásticas son los talleres de los maestros, siempre ha sido, desde toda la vida. Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, todos ellos aprendieron en un taller de un pintor anterior, ellos aprendieron ahí el oficio y aprendieron extraordinariamente bien.
Al conjuntar la modificación histórica del proceso de aprendizaje para el pintor actual, y el papel de los museos como fuente de reconocimiento para un artista, entró en juego un tercer elemento como motor de la comprensión artística en el grueso del público: el dinero.
“Las galerías y las ferias y los subastadores han manipulado muy bien esta situación y le han dado un valor al arte conceptual y al arte contemporáneo, al darles un valor inmerecido lo han inflado: ahora un plátano te lo venden en 250 mil dólares, entonces, ellos lo logran, ¿cómo?, no sé, pero logran hacerlo y poner a un artista que no vale nada en un nivel estratosférico, esa es una parte muy importante de la economía en la pintura o en el arte en general.
“La otra cosa, lo que yo personalmente manejo y creo es que cualquier profesión que la ejecutas con mucha pasión durante toda tu vida te da una recompensa, pero no solamente la pintura sino cualquier profesión. Yo presumo de vivir perfectamente bien, a mí no me falta nada en la vida, he tenido mucho éxito y vivo muy bien de mi profesión como pintor, que no es fácil, no hay muchos artistas que tengan este nivel, pero es que yo, a los 10 años que entré a la universidad, jamás dejé de trabajar en mi profesión, y de trabajar pasionalmente, porque durante toda mi vida y a 70 años (de trayectoria), ha sido de una disciplina muy rigurosa. Mis maestros me decían ‘mira Juan, los artistas tenemos que trabajar como todo el mundo, nadie se queja por trabajar ocho horas diarias, todos los días durante toda su vida’.
“Los artistas no tenemos por qué no ser igual que todo el mundo y trabajar. Superé la situación de disciplina y trabajo más de ocho horas diarias, todo el día, es para mí el gran placer, es lo que me mantiene sano, me mantiene joven, porque tengo 83 años, y es una autocomplacencia que disfruto muchísimo y el día que no pinto me siento muy raro, como si ese día no hubiera vivido. Yo trabajo como todo el mundo y si un pintor no tiene éxito en su vida pues creo que es culpa de él, un artista no puede ir a sentarse a un café a esperar que bajen las musas, yo digo que a las musas hay que bajarlas de las greñas, el trabajo de un artista es sentarse a trabajar y ahí acuden las musas, en el trayecto en que uno empieza a trabajar allí llegan, en ese momento.

Al explicar el proceso por el que obtuvo su propio sello personal como artista plástico, Juan Torres se adhirió a su propia explicación anterior, la del conocimiento que tiene mucho de autodidacta y más de autodisciplina, aunque también agregó el enorme papel que juega la observación, la imitación sobre otros artistas y la reinterpretación de conceptos artísticos para aplicarlos a la obra propia.
“Los pintores no inventamos la pintura, los pintores siempre estamos hechos de todo lo que vemos, de todo lo que observamos, de todo nuestro conocimiento. He tomado desde artistas rupestres, tengo una serie de pinturas tomadas como inspiración de las cuevas con arte rupestre; tengo algunos estudios sobre el arte románico; tengo (sobre) los clásicos. De todos he tomado algo y siento que cuando a uno le gusta una obra de arte, una pintura, en ese momento hay una parte de eso que me pertenece, es decir, si a mí me gusta mucho un cuadro de Rafael, de alguna manera algo me pertenece, entonces lo tomo, eso influye un poco en mi pintura, y si veo a Picasso, no toda su obra… pero hay otra que me vuelve loco, que es una auténtica maravilla. Si a mí me gusta mucho, me tomo la libertad de tomar esa parte y mandarla hacia mi obra como interpretación.
“La forma más clara de lo que te estoy diciendo es que en la música casi todos los grandes maestros de la música contemporánea son creadores, son intérpretes. He pensado que si en la música los grandes maestros son unos genios, lo único que hacen es interpretar a los clásicos, y pensé que podía también interpretar a los clásicos en la pintura. Hice una serie de interpretación de clásicos, no necesariamente son copias, que para alguien que no entiende los puede tomar como copias, pero no son, son interpretaciones y pudiéramos decir que una interpretación de una sinfonía que interpreta Karajan sería una copia, pero no.
“En la pintura hay muchas cosas que me encanta, algunas cosas de Picasso me fascinan y me tomo la libertad de hacer una interpretación para disfrutarlo yo mismo, no me importa si alguien me dice ‘ah, es una copia de Picasso’, porque eso lo entenderá un conocedor del arte, me doy el lujo de traerme la parte de Picasso que a mi me gusta más y tenerlo en mi casa y poderlo disfrutar en propiedad”.
¿Existe un estilo michoacano de pintura? No.
Durante la entrevista se mencionaron algunos nombres referenciales de la pintura michoacana en la actualidad, como Luis Palomares, Jesús Escalera o Gerónimo Mateo, sin olvidar al maestro Alfredo Zalce y su innegable influencia en todos los posteriores, por lo que surgió la pregunta natural: ¿existe una escuela michoacana de pintura? Y la respuesta de Torres fue tajante en el no:
“Yo no creo (que haya una escuela michoacana de pintura). Alguien que tuvo muchísima influencia en Michoacán fue Manuel Pérez Coronado. Él ya no se puede defender porque ya está muerto, pero vi una exposición en la ciudad de México en la que había un cuadro, junto con muchos maestros de la pintura moderna, y vi un cuadro (de Pérez Coronado) que casi me dio pena, cómo se cayó frente a los pintores. Manuel fue un pintor importante entre los políticos de la ciudad de Morelia y de Uruapan, todos sus clientes eran médicos, licenciados, políticos que hasta la fecha ellos se arrebatan los cuadros de Manuel Pérez Coronado. (Su pintura) es una cosa agradable, de mucho color, (pero) todos sus cuadros es el mismo cuadro, todos, sólo que uno es más grande, más chico, el río Cupatitzio está en todos sus cuadros, casitas de tejamanil, platanares y todo eso. Nada más que él tuvo tanto éxito en Morelia que lo siguió mucha gente, que eran ‘MaPeQuitos’, y hasta la fecha, incluso ya murieron muchos de ellos también, pero totalmente intrascendentes.
“(Jesús) Escalera fue uno de los grandes, pero Escalera se autodestruyó porque, junto con otros compañeros contemporáneos míos, se dedicaron a dar clases en las (Escuelas) Normales. Considero que meterse a dar clases para sobrevivir es como la tumba de un pintor, porque necesitas más dinero y necesitas más horas de clase, entonces no tienes tiempo para pintar, y si no pintas no tienes ningún resultado ni evolución. Yo di clases dos años, uno en (la entonces Escuela Poplar de) Bellas Artes y otro en la Casa de la Cultura (de Morelia), tuve mucho éxito, todavía aquí vienen muchos de esos estudiantes, entonces, es un poco más sobre trascender, pero estos pintores no tienen ninguna trascendencia, son pintores de una mediocridad con el truco de que fueron alumnos del maestro Zalce.
“Gerónimo Mateo es un pintor de cuadritos con sus indigenitas, muy bien hechecitos. Gerónimo Mateo apuntaba para ser un gran pintor, incluso el maestro Zalce le tenía gran admiración porque era un indígena que tenía unas posibilidades… y de repente se metió a dar clases y se quedó en unos cuadritos muy decorativos, la verdad, y si los juntas son también un solo cuadro, porque puedes juntarlos todos y es uno secuencia del otro con la misma solución, con los mismos indiecitos, con lo mismo todo.
“Yo renuncié a esa parte. Mi gran maestro que admiro muchísimo es Picasso, lo que él hiciera cómo le diera la gana, era un Picasso, tiene una gama tan inmensa de expresiones, es genial: diga lo que diga y cómo lo diga, sigue siendo Picasso. De Alguna manera voy siguiendo sus pasos porque mi obra es un patrimonio que tengo, no sé si es para México, para Morelia o para Capula, pudiera hablar de 2 mil cuadros, porque yo pinto cuando menos dos o tres cuadros a la semana, estamos hablando de cuando menos 50 años, así es que vele sumando. Mi obra es de una diferencia a veces radical, pero ya se me identifica. Si hago un cuadro muy académico, muy realista, muy estudiado, pues es Juan Torres, y si hago un cuadro muy libre, muy contemporáneo, sigue siendo Juan Torres, y eso no pasa en estos pintores porque el día que cambien se autodestruyen, y hay casos internacionales que si cambian su sistema o su lenguaje se autodestruye. El ejemplo que ponen mucho los sabedores de arte es el de (Fernando) Botero, el día que hace un paisaje natural ya no es Botero. Si yo hago un paisaje, una naturaleza muerta, hago que se me identifique y eso es algo muy importante. Es algo que no cualquiera alcanza y eso lo da la disciplina.










